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Hace siete años nacía espiche.es, una web musical diseñada a modo de jukebox y concebida para dar cuenta de algunas las novedades más interesantes entre las que por aquel entonces proporcionaba una red que cada vez más rica en contenidos multimedia. Coincidía con la eclosión de un recién creado Youtube, adquirido y lanzado por Google, y de la popularización de los playlists, gracias sobre todo a la entonces todopoderosa Myspace; era la segunda fase de una relación entre música e Internet, más rica en más recursos y contenidos, inicialmente empleada de modo preferente para el intercambio de archivos a través de programas P2P, o simple y llanamente, la descarga de discos en formato mp3.
Por primera vez teníamos acceso de forma autónoma a los sonidos más remotos, los adictos a la música podíamos adquirir información de primera mano de los propios grupos y sellos musicales y escuchar discos que hasta entonces habíamos ido adquiriendo, muchas veces casi a ciegas, basándonos exclusivamente en la crítica musical de revistas como Rockdelux o Ruta 66, o alguna escucha fugaz en medios como Radio 3. Era toda una revolución que animaba a dar reflejo en formato web de lo más exquisito de ese festín multimedia que por entonces comenzaba.
Mucho han cambiado las cosas desde entonces y ha sido poco a poco que un medio como espiche, primero web, luego blog y cada vez más vinculado a las redes sociales, ha perdido progresivamente el sentido de su existencia. De narrar la fascinación por el descubrimiento de una banda punk china o una publicación underground chilena, por ejemplo, se ha pasado la penosa tarea de pasar el filtro por el inconmensurable vertedero de información basura que proporcionan páginas ciegas por la inercia de una novedad sin más fundamento que el comercial, artistas ególatras que dan cuenta de todos y cada uno de sus procesos promocionales, comentarios profesionales que miden al milímetro la rentabilidad de cada una de sus aportaciones al espacio público y a despachar, en suma, todo la montaña diaria de spam discográfico y mediático que genera una red cada vez más acomodada al modelo consumista.
En este periodo hemos asistido al desplome de las páginas de descarga, en pleno apogeo en el momento de la creación de espiche y, progresivamente, al de los blogs personales de contenido musical. Salvo honrosas excepciones, sobreviven los grandes medios que viven profesionalmente de ello y siguen elaborando entradas los sujetos más activos, ahora preferentemente en el marco de las redes sociales. Este ha sido el último frente de esta publicación y también el instrumento de reflexión y valoración de su propio sentido. Han sido buenos momentos y grandes satisfacciones gracias a esos entrañables sonidos y vídeos que aquí se han han destacado y comentado, no tanto desde una perspectiva técnica y por supuesto nada comercial, sino estética, social y personal. Esta tarea ha sido posible gracias a la virtud que la música creativa posee para dar color a la existencia y transmitir emociones, unas emociones poco racionales y respecto a las cuales nunca es fácil encontrar las palabras que las traduzcan y que se encuentren a su altura. Ha llegado el momento de decir adiós, dar fin a un proyecto de comentario organizado y sistemático en la red y dar el más sincero agradecimiento a todos aquellos que en algún momento habéis mostrado vuestro interés por alguna de las entradas que aquí se han publicado.
Puesto fin al formato blog, los comentarios musicales de espiche.es seguirán por el momento en su página en Facebook, así como en las distintas listas en Spotify, entre ellas: espiche, classics, álbumes espiche, Edad Media y Renacimiento.
Puesto fin al formato blog, los comentarios musicales de espiche.es seguirán por el momento en su página en Facebook, así como en las distintas listas en Spotify, entre ellas: espiche, classics, álbumes espiche, Edad Media y Renacimiento.