Suele decirse que el nivel de calidad de una cadena de sonido queda limitado al del peor de sus componentes. Imaginemos un equipo con zumbido de fondo a volumen cero y desequilibrio armónico por la caída de alguna de las frecuencias. Es el que maneja el espectador de una actuación de música de cámara o el dueño del mejor sistema Hi-End a volumen moderado y sonido directo cuando, por un traumatismo auditivo, falla el más importante de los eslabones de una cadena de sonido: el oído.
Los efectos del traumatismo acústico son irreversibles y carecen de tratamiento en la actualidad; los más comunes son la hipoacusia (pérdida parcial o total de la audición ligada a una o varias frecuencias, por lo general en los tonos altos) y el tinnitus (zumbido fluctuante o pitido interno permanente). Dicho traumatismo ha estado por lo general asociado al desempeño de profesiones con maquinaria ruidosa, sin embargo en la actualidad se vincula más a actividades lúdicas, siendo la exposición a la música en alto volumen la causa más común.
A pesar de su gravedad, el conocimiento que en general se tiene de este riesgo es escaso. Un traumatismo acústico puede ser causado por un sonido brusco y repentino, como una explosión o un disparo, pero también por una exposición prolongada y frecuente a un ambiente ruidoso La conjugación de una alta presión sonora y un tiempo de exposición elevado puede provocar un efecto fatal que, además, no siempre se detecta de forma inmediata. Los zumbidos ocasionados por una exposición a un fuerte volumen musical prolongado son el resultado de un daño infligido al oído interno. Aunque en una primera fase suelen desaparecer al cabo de minutos o de horas, la reiteración del daño puede acabar causando un traumatismo irreversible, provocar hipoacusia permanente y progresiva, con afectación sucesiva de diversas frecuencias, y tinnitus crónico.
Sin embargo, la misma tecnología que puede poner en riesgo nuestra salud nos ofrece mecanismos para protegerla sin necesidad de renunciar al placer de la música. Estos son algunos consejos para combinar goce musical y seguridad:
- Terapias de silencio y música a bajo volumen. Puede resultar molesto en un principio a quienes disfrutan con el sonido potente y vibrante, pero su resultado es gratificante a corto plazo. El silencio es el único antídoto contra la fatiga auditiva y su ejercicio incrementa el valor de una escucha más ocasional y selecta. La audición musical a bajo volumen ayuda a rebajar el umbral de lo que se considera un sonido mínimo satisfactorio y hace más atractivos los momentos de mayor intensidad sonora.
- Evitar sobreexposiciones al sonido. Algo a tener en muy cuenta en festivales musicales y fiestas que se prolongan durante horas. Para ello deberán consultarse los cuadrantes de exposición diaria máxima, teniendo en cuenta que los problemas de fatiga y posible daño auditivo comienzan a partir de los 80 decibelios. Existen diversos modelos que difieren en su mayor o menor severidad respecto a lo que se considera una exposición sin riesgo. Opto aquí por uno de los más comunes y menos restrictivos:
Decibelios |
Exposición máxima en 24 horas |
85 |
16 horas |
90 |
8 horas |
95 |
4 horas |
100 |
2 horas |
105 |
1 hora |
110 |
30 minutos |
115 |
15 minutos |
- Contar con un medidor de sonido o decibelímetro en el smartphone. Esta aplicación nos permitirá tener un conocimiento exacto de los decibelios a los que estamos expuestos en un local o en un determinado punto de una sala de conciertos. Es importante que informe de los picos y la media de presión sonora durante el tiempo de cálculo; bastará con medir durante un pequeño intervalo y cruzar la media de decibelios con el cuadrante anterior. En el caso de los auriculares, no es frecuente el empleo de medidores o limitadores de volumen, por lo que habrá que basarse en la experiencia de medición y en el sentido común. Si se usan auriculares como ayuda para enmascarar el ruido externo, más que librar una guerra de decibelios con el mismo, será conveniente invertir en unos auriculares con aislamiento eficaz de ruido o, pagando más, con cancelación activa del sonido, de modo que podamos escuchar la música con nitidez sin necesidad de reproducirla a un volumen superior al sonido de fondo.
- Portar tapones de atenuación acústica. Imprescindibles en festivales y conciertos a gran volumen; rebajan con eficacia la presión sonora y proporcionan momentos de descanso auditivo mientras la música continúa. A diferencia de los típicos tapones de silicona, están diseñados con materiales ligeros y ergonómicos y concebidos para rebajar el volumen manteniendo en la medida de lo posible la fidelidad. Los precios de los más comunes suelen oscilar entre los 12 y los 50 € por pareja, diferenciándose entre sí por su construcción, limpieza sonora y grado de atenuación. Deben usarse teniendo en cuenta el nivel especificado de reducción en decibelios y calculando, a partir de ese dato, el periodo máximo de escucha saludable.