El asunto de la crisis económica ligada al mundo de la producción musical, así como el de la persecución legal de los internautas que descargan archivos no autorizados, son el pan nuestro de cada día. Basta hojear el periódico o escuchar el noticiario para encontrarse a diario con titulares como estos: "
Un año de cárcel para los administradores del mayor portal de descargas del mundo (The Pirate Bay)", "
Las páginas web que permitan descargas serán perseguidas en España", etc. El fundamento de la persecución es bastante simple: una descarga no autorizada significa una copia no vendida, por lo tanto las pérdidas en la industria cinematográfica y musical son multimillonarias a causa de Internet y su capacidad para el intercambio de archivos digitales. Para mantener el negocio exijamos a nuestros gobiernos medidas legales contra el pirateo y apliquemos los mecanismos de los estados contra los infractores.
A principios del siglo XIX se prudujo en Europa el movimiento denominado ludismo. La revolución industrial trajo consigo la generalización del uso de las máquinas en la producción, muchos trabajadores vieron en ellas el enemigo que los dejaba sin empleo, por lo que protagonizaron una reacción violenta exigiendo la retirada de las máquinas. Más tarde los movimientos obreros comprendieron que no era la tecnología, recurso que venía a apoyar al trabajo humano, sino una patronal que aplicaba un modelo de gestión económica obsoleto e inadecuado al avance tecnológico, el verdadero responsable de la crisis. Hoy en día muchos creen ver también en las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías el enemigo de la industria cultural y de los derechos del autor. No cabe duda de que la piratería es contraria a la creación y distribución de los productos culturales en el mundo, que debe protegerse la autoría y de que los beneficios generados por los productos culturales deben repercutir en sus creadores, que no es lícito que determinadas páginas cobren por un registro y ofrezcan como servicio enlaces de descarga a obras ajenas. Pero también es cierto que los cambios producidos en el mundo de la tecnología no han tenido su equivalente en el de la gestión económica de la cultura. Aferrados a la idea tradicional del beneficio ligado a la copia, muchos patronos de la industria cultural de nuestros días exigirían a Jesucristo la paga al panadero y el pescadero de las piezas multiplicadas al valor en el mercado de los panes y los peces originales. Si al igual que imprimimos copias en papel o grabamos cds, nuestros ordenadores pudieran materializar alimentos, muchos se llevarían las manos a la cabeza pensando que eso sería la ruina de la industria alimentaria.
El contexto social del consumo audiovisual ha variado notablemente en estas últimas décadas. Estos días leía en Pitchfork la celebración en estados Unidos del día de las tiendas de discos, el anual
Records Store Day. Las tiendas de discos tradicionales nunca lo han tenido peor, especialmente las dedicadas a la música independiente, la crisis general no hace sino poner la puntilla a este sector... Todo amante de la música echa de menos aquellas tiendas repletas de vinilos en los que uno podía pasar horas buscando y escuchando discos y siempre salía de ellas con alguno de más. El disco era un elemento apreciable: cubiertas con arte y vinilo casi artesanal con sonido exquisito. A falta de emisoras, conciertos programados con regularidad y publicaciones especializadas, funcionaba el boca a boca en la recomendación. Cada disco que era acertado podría reproducirse cientos de veces... mientras que el sonido a fritura de huevo iba ganado volumen escucha tras escucha y el melómano luchaba por su conservación y la mejora del sistema de sonido: sustituir la aguja, calibrar mejor el anti skating, etc. Con el cd no era igual, el sonido se sintetizó y resultaba más molesto al incrementar el volumen, las carátulas se hicieron ridículas, muchos empezaron a eliminar los libretos con las letras... aún así el precio aumentó considerablemente, a pesar de la radical disminución de los costes de producción. Al no deterorarse el sonido, muchos hicieron compra en cd de sus antiguos vinilos, se abrían cada vez más tiendas de discos, las discográficas se pusieron las botas. Pero llegó la grabadora de cd y ahí empezó el declive: el grosero cd y su ridícula carátula te la podías hacer tú mismo en casa por un precio ridículo... la venta de discos bajó, los vendedores de tarrinas de cds hicieron su agosto. Con la banda ancha de internet todo se ha revolucionado, a los cambios en el acceso a los datos musicales, hoy ilimitados, le acompaña el producido en el mundo del sonido: reproductores con inmensos discos duros, eficaces sistemas de navegación sobre el almacenamiento digital, lectores con entradas usb, generalización del uso de aparatos mp3 con auriculares... al final la pregunta: ¿qué ventaja tiene un cd si pierdo tiempo en localizarlo en la estantería, en introducirlo en el lector , buscar la pista y esperar a que arranque, no gano en sonido, y además me veo obligado a reconvertirlo a mp3 en el pc para ponerlo en el coche o escucharlo por la calle?.
Podremos sentir nostalgia del pasado, también los que disfrutamos de la música, pero los tiempos pasados no volverán. Nadie tiene hoy la paciencia para escuchar un disco cientos de veces. Las 300 pesetas del disco en los setenta estaban muy bien pagadas. Sometidos como estamos a la avalancha de datos, vivimos la música a un modo no muy diferente al de cualquier otro elemento informativo, un video en youtube, unas ilustraciones que nos gustan, etc. Podremos repetir varias veces si algo nos entusiasma, pero no puede otorgarse a estos productos el mismo valor que cuando eran piezas a descubrir materializadas en productos casi artesanales. No pueden pedirse 20 euros por un cd, solo alguien narcotizado bajo el efecto de una propaganda masiva, absolutamente condicionado por el impacto mediático, ajeno a su propia voluntad e ignorante del conjunto musical lo verá como algo normal.
Se mueve dinero, mucho dinero, alrededor del mundo de la cultura: además de que los estados, (esto es, los contribuyentes), financian a sus más conocidos representantes, nos dejamos medio sueldo en acceso a medios, soportamos y costeamos con nuestras compras una publicidad asfixiante. Tantos unos como otros ofrecen contenidos por el valor que les da la inserción de productos audiovisuales. Por otro lado, nunca se ha movido tanto la música como hoy, un gusto antes minoritario hoy se ha hecho masivo, numerosos artistas dan a conocer su trabajo sin la barrera de una industria que hasta hace poco decidía si era o no producto para sacar a la luz, hace años un concierto en una ciudad mediana era un gran evento, hoy se multiplican las actuaciones por todo tipo de poblaciones. Reconozco que no tengo mucha idea de economía y que soy de los que siempre pagan y nunca ganan, pero en vez de sumergirse en la añoranza del pelotazo o de luchar por sancionar a las web que informan sobre descarga de archivos, desde la perspectiva del consumidor, se me ocurren varias ideas para combatir la crisis del negocio musical:
- Renovar el concepto de tienda de discos: crear espacios donde poder pasar un tiempo agradable adquiriendo música. Espacios dinámicos con agenda de actividades programadas: audiciones, proyección de vídeos, emisión de programas de radio, sesiones de dj, actuaciones y ensayo de grupos, etc.
- Recuperar el vinilo para los más exigentes y renovar el afán por el desarrollo de la Alta Fidelidad para ofrecer productos exclusivos. Mejorar la la presentación de cds, dvds. o cualquier otro formato físico futuro. Rebajar drásticamente su precio hasta el beneficio mínimo viable por unidad para aumentar el volumen de venta.
- Potenciar la venta de entradas más cd a un precio atractivo para el asistente a los conciertos.
- Crear una red pública o de gestión no lucrativa de músicos en Internet que dé acceso a sus productos musicales y les permita obtener beneficios directos de las visitas obtenidas mediante la publicidad insertada en sus espacios.
Y en todo caso, buscar soluciones en el ámbito del mercado de la comunicación, de acuerdo con proveedores, medios, etc, donde el ciudadano actual deja grandes sumas por los servicios prestados que repercuten en cuantiosos beneficios económicos. No puedo creer que sea la perfidia ciudadana la razón de la crisis. Me temo que como siempre, estamos en un proceso que se cuece a nuestras espaldas y del que alguien acabará sacando partido. Cuando los medianos caen, algún gigante se levanta. Seguro que en Apple o en Amazon por ejemplo no lo ven todo tan negro...
From the point of view of a mere consumer: Some measures to be taken to increase profits in music industry instead of prosecuting bloggers and users: - Returning to vinyl production for the most discerning customers, making up for eagerness of enhancing High Fidelity systems to offer exclusive products. Improving covers quality, cutting drastically prices. - Turning records stores into attractive venues with scheduled agenda of auditions, radio live programmes, djs' sessions, performances and band trainings, etc. - Boosting sales of gigs tickets and music magazines plus cds - Creating a big social music website or an Internet audio system where musicians could render profitable their work negotiating directly the advertising incomes for visitors. And looking for compensation inside the communication market, where music and films are helping to get huge gains. I can't believe that music lovers' treachery is the reason of the Music Industry crisis. Something might be moving there with its back to us. Surely, other companies such as apple or Amazon aren't so pessimistic...