Disfrutar sin poseer
No puede dejar de interesarnos lo que ocurre en Grooveshark y Spotify, ya que estos son actualmente los dos principales medios de acceso en streaming a las obras musicales, el mecanismo cada día más frecuente de reproducción musical, sin necesidad de almacenaje ni audio en formato alguno, requiriendo tan solo conexión a Internet. Sus derroteros van ligados a nuestras opciones de acceso a los productos musicales. Ambas mantienen un servicio en abierto y otro de pago, este sin publicidad ni limitaciones, aunque el afianzamiento del segundo va en paralelo al declive del primero.
Hace unos días observábamos que el espacio de Grooveshark se mostraba en blanco. Su caída coincidía con el acoso judicial al que la web se había visto sometida por compañías como EMI o Universal y con su cierre en Alemania. Grooveshark se mantiene hasta el momento mediante ingresos publicitarios, dando la posibilidad de registro sin publicidad a 6$ mensuales. Podemos felicitarnos porque de nuevo vuelve a estar disponible, aunque todo parece indicar que próximamente su servicio dejará de ser gratuito, como lo es hasta el momento; esta es la medida que se plantean de inmediato en países como Finlandia, Irlanda o Rusia.
La crisis en Grooveshark coincide con la puesta en funcionamiento de un nuevo servicio en Spotify: los Spotify Apps. Un interesante recurso que nos da acceso a las recomendaciones de de sitios como Pitchfork o The Guardian y que es de suponer que irá creciendo e incorporando, además de los más comerciales, nuevos sitios de prestigio. Puedes hacer uso de él yendo al menú Buscador de apps y añadiendo los que te interesen.
Son idas y venidas en ese camino a veces llano y otras cuesta arriba hacia un mundo en el que la música se encuentre al alcance de todos. Durante décadas de negocio discográfico, los cazatalentos y las grandes compañías en cuyo seno operan, han sido los protagonistas de la producción y la comercialización musical. Sus grandes aliados han sido el control mediático y la desinformación. Un público ajeno a lo que realmente se crea, pero bombardeado por la publicidad y las emisiones promocionales. Afortunadamente, se abre paso entre las nuevas generaciones una nueva manera de vivir la música más ligada al disfrute y menos al consumo. Un disfrute que coincide con la posibilidad de explorar, sin límites, en el mundo de la creación musical. Oír algo para deleitarse sin necesidad de haberlo adquirido previamente. ¿Hay fórmulas para ello? Sin duda las nuevas tecnologías permiten un mundo en el que gozar de la música sin directrices comerciales sea compatible con el beneficio de sus autores. Aunque algunos quisieran volver al circo de las superestrellas y las ventas multimillonarias. Y seguirán dando su batalla para que la promoción prevalezca sobre la información.
Hace unos días observábamos que el espacio de Grooveshark se mostraba en blanco. Su caída coincidía con el acoso judicial al que la web se había visto sometida por compañías como EMI o Universal y con su cierre en Alemania. Grooveshark se mantiene hasta el momento mediante ingresos publicitarios, dando la posibilidad de registro sin publicidad a 6$ mensuales. Podemos felicitarnos porque de nuevo vuelve a estar disponible, aunque todo parece indicar que próximamente su servicio dejará de ser gratuito, como lo es hasta el momento; esta es la medida que se plantean de inmediato en países como Finlandia, Irlanda o Rusia.
La crisis en Grooveshark coincide con la puesta en funcionamiento de un nuevo servicio en Spotify: los Spotify Apps. Un interesante recurso que nos da acceso a las recomendaciones de de sitios como Pitchfork o The Guardian y que es de suponer que irá creciendo e incorporando, además de los más comerciales, nuevos sitios de prestigio. Puedes hacer uso de él yendo al menú Buscador de apps y añadiendo los que te interesen.
Son idas y venidas en ese camino a veces llano y otras cuesta arriba hacia un mundo en el que la música se encuentre al alcance de todos. Durante décadas de negocio discográfico, los cazatalentos y las grandes compañías en cuyo seno operan, han sido los protagonistas de la producción y la comercialización musical. Sus grandes aliados han sido el control mediático y la desinformación. Un público ajeno a lo que realmente se crea, pero bombardeado por la publicidad y las emisiones promocionales. Afortunadamente, se abre paso entre las nuevas generaciones una nueva manera de vivir la música más ligada al disfrute y menos al consumo. Un disfrute que coincide con la posibilidad de explorar, sin límites, en el mundo de la creación musical. Oír algo para deleitarse sin necesidad de haberlo adquirido previamente. ¿Hay fórmulas para ello? Sin duda las nuevas tecnologías permiten un mundo en el que gozar de la música sin directrices comerciales sea compatible con el beneficio de sus autores. Aunque algunos quisieran volver al circo de las superestrellas y las ventas multimillonarias. Y seguirán dando su batalla para que la promoción prevalezca sobre la información.
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